Nos pasamos la vida reaccionando y dejando nuestra felicidad en manos de los demás, sin darnos cuenta de que cedemos nuestro poder.
Sin conectar con nuestra inmensidad, con nuestra inmensidad inherente a nuestra condición de seres humanos. Nos identificamos como seres carentes, pequeños e imperfectos, como personas vulnerables que necesitan a los demás para sentirse bien.
Incluso tenemos una expresión que utilizamos por doquier: alguien me hace daño.
Pero ¿realmente alguien puede hacernos daño?
No digo que no ocurra y que no sintamos que la gente nos hace daño. Yo soy la primera a la que hacen daño, la primera que se siente invadida y agredida, sin poder hacer algo al respecto en ocasiones, la primera que pone su felicidad en manos de los demás.
Pero vamos a reflexionar un poco más profundamente acerca de este término y vamos a preguntarnos de forma consciente si alguien realmente puede hacernos daño. ¿Alguien tiene la capacidad de hacernos daño? ¿Qué quiere decir esto?
¿Quién le atribuye esa capacidad?
Nadie puede hacerme daño si yo no le dejo hacerlo….
Si alguien me hace daño es porque le estoy dando todo mi poder.
Dentro de todos nosotros existe un autosaboteador, que es esa vocecita interna que nos dice que no valemos, que no servimos y que no somos lo suficientemente buenos. Esa vocecita que nos dice que no nos lo merecemos… Es la voz de nuestro ego, instalado en nuestra mente, lejos de nuestro corazón tratando de dirigir nuestra vida desde la razón, esa parte de nosotros que se siente amenazada, tiene miedo y cree que debe de competir…
Esa parte de nosotros que para asegurar nuestra supervivencia, sólo hace que prevenirnos de posibles peligros externos y ve enemigos por todas partes.
Esa parte que se percibe separado de todo y todos que percibe el mundo como un lugar amenazante.
La cuestión es que el autosaboteador siempre se compara y siempre percibe a los demás como mejores o peores, en ocasiones idealiza y piensa que todos los demás son mejores o hacen mejor las cosas… Entonces es cuando el autosaboteador se crece y se vuelve un bicho malvado y peligroso que boicotea nuestras vidas…
Un bicho que no para de repetirnos que vamos a fracasar, que vamos a hacer el ridículo y que no tenemos nada interesante que decir o hacer… Que no existe nada especial en nosotros y que ni siquiera se nos ocurra intentarlo.
Si le escuchamos estaremos dándole más fuerza a nuestros miedos que a nuestros sueños, lamentablemente esa voz interior toma el control de nuestras vidas en innumerables ocasiones. Esa voz nos paraliza y no nos deja fluir o ser nosotros al 100%.
Esa voz interior en muchas ocasiones es insconsciente, en nuestro inconsciente hay una multitud de miedos y de historias que desconocemos acerca de nosotros mismos que se van manifestando en nuestras vidas en forma de vivencias.
La vida nos va repitiendo las mismas situaciones, precisamente las situaciones que representan las peores pesadillas del autosaboteador, precisamente esas circunstancias, situaciones y acontecimientos que menos deseamos para nuestras vidas. Esas capas de miedos que tanto nos asustan que representan nuestras más profundas heridas emocionales. Y la vida las repite una y otra vez como acto de amor, para que podamos trascenderlas y sanarlas.
No obstante nosotros en lugar de ver la enorme oportunidad que supone la repetición de ese evento tan desafortunado para poder trascenderlo, sentir ese dolor y aceptarlo, pues nos enganchamos en ese dolor y nos resistimos al proceso, juzgando la vida negativamente y juzgando a los personajes que representan esa situación como personas que nos hacen daño.
Especialmente juzgando a las personas que ejemplifican eso, que simplemente son instrumentos al servicio de la vida, que traen el pasado al presente y nos hace vivir nuestras más oscuras pesadillas y nos hacen enfrentarnos a nuestros más ancestrales miedos.
Cuando comprendes que nada es casual, que todo está ordenado por una conciencia superior y que nadie aparece en tu vida para “joderte” o hacerte daño sino para hacer de espejito de tus miedos inconscientes, para que veas tus heridas emocionales y reconozcas tu dolor interno. Cuando comprendemos esto, comprendemos que todo es perfecto y que no hay nada que perdonar.
El único enemigo es tu propio enemigo interno y los personajes que aparecen fuera sólo son reflejos de tu propio enemigo interno. Por eso nadie puede hacernos daño, desde la soberanía personal y el amor hacia nosotros mismos reconocemos cada situación dolorosa como una oportunidad, perdonamos a los actores de la situación como parte de la obra del teatro de la vida y la aceptamos plenamente desde el estado de presencia.
Tú eres tu único enemigo, así que cuanto más te ames, cuanto más te aceptes, más lindos personajes aparecerán en el teatro de tu vida.
Comments (1)
Rafael Guzman
Jun 11, 2019 at 6:04 PM ReplyBuenas, me podrías decir cual de sus cursos ayuda a trascender el ego? En unos de sus videos escuche que se refería a un curso con un plan de acción de un año, ese es el que busco. Gracias